El papel del hierro en el organismo
La misión fundamental del hierro radica en la formación del grupo hemo de la hemoglobina (un 75 % del hierro total). Sin embargo, también es un elemento esencial en un elevado número de sistemas moleculares, al desempeñar un papel crucial en el metabolismo oxidativo (cadena respiratoria mitocondrial, enzimas oxidativos) y otros procesos, como la β-oxidación de los ácidos grasos1.
Todas estas funciones explican que las consecuencias del déficit de hierro no se limiten a alterar la eritropoyesis, sino que afecten también a la producción celular de energía (especialmente de las que tienen una elevada demanda, como los miocitos y miocardiocitos2).
Cuando los niveles de hierro celular son bajos, se reduce la actividad de la cadena respiratoria mitocondrial, produciéndose menos ATP, lo que provoca a su vez una reducción en la capacidad de ejercicio y mayor cansancio3,4.
Fisiopatología del hierro
Existen dos vías de adquisición del hierro. La primera permite recuperar el hierro de los hematíes senescentes a nivel del sistema retículo endotelial. La segunda vía ayuda a introducir el hierro en los enterocitos. Posteriormente, el hierro pasa al torrente sanguíneo y se une a la transferrina, que facilitará su introducción en las células receptoras de hierro. Una vez en el interior de la célula, puede seguir tres vías: unirse a la ferritina (proteína que protege a la célula de la toxicidad del hierro), ser transportado a la mitocondria (donde será un elemento esencial en la cadena respiratoria) o unirse a los clusters hierro-sulfuro.
Cuando los niveles de hierro celular son bajos, se reduce la concentración de clusters, produciéndose menos ATP6. Esto explica por qué mejora la capacidad de ejercicio de pacientes tras corregir el déficit de hierro, independientemente de la existencia de anemia.
Prevalencia del déficit de hierro
El déficit de hierro es un síndrome nutricional muy común que afecta hasta a una tercera parte de la población mundial, especialmente a niños, adolescentes, ancianos, población con enfermedades inflamatorias crónicas y mujeres, en las que la menstruación y el embarazo son factores de riesgo adicionales.
Bibliografía recomendada
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